Aprendiendo a regalar

Regalar es una práctica tradicional en fechas señalizadas del año, pero no todas las personas comprenden los alcances de este acto: para muchos es una simple rutina, o un hábito consumista. Incluso, para algunas personas buscar regalos es una tortura y una pérdida de tiempo. Sin embargo, a todos nos gusta recibir regalos. Por lo tanto, hacerlos es una acción muy valorada.

Regalo familiar

Ahora bien, ¿sabemos hacer regalos? La mayoría de nosotros, no. De niños nos enseñan a aceptar los regalos y a poner "la mejor cara" aunque un obsequio no nos guste. Nos explican que lo que cuenta es la intención y el buen gesto. Pero esta educación considera el acto de regalar únicamente desde una punta del proceso: la recepción. En lugar de aprender a recibir regalos, sería más efectivo aprender a hacer regalos.
Para aprender a regalar, primero debemos modificar un paradigma que tenemos muy arraigado: regalar es comprar. Definitivamente, hace falta un proceso de adquisición para obtener un presente. Pero regalar es más que comprar... es comunicar. Preguntarnos ¿qué puedo regalar? es preguntarnos ¿qué quiero decir? y - a la vez- ¿qué quisiera escuchar de mí la otra persona?
El intercambio de regalos es un poderoso medio de comunicación. En lugar de pensar los regalos como productos, necesitamos aprender a verlos como mensajes que contienen significados y propósitos. Un presente puede contar una historia (por ejemplo, si regalamos un disco con una canción que nos recuerda un momento compartido), hacer una promesa (por ejemplo, cuando se regala un anillo de compromiso), o reforzar una conducta (si se obsequia un libro a un niño.)

Pero por sobre todo, los regalos son mensajeros de la relación entre dos personas. Un presente dice mucho acerca de quien lo da, de quien lo recibe... y de la relación entre estas personas. Cuando damos un obsequio estamos transmitiéndole a alguien aquello que significa para nosotros. Lo mismo ocurre cuando recibimos un presente.

Como toda forma de comunicación, los regalos nos dan una oportunidad muy valiosa: a través de ellos podemos establecer una conexión emocional con otra persona y enriquecer una relación. Un buen obsequio une. Es así que la excelencia de un regalo reside más en su valor relacional, que en su valor transaccional.

Lo determinante en el acto de regalar no es el dinero invertido, el tamaño, el envoltorio, ni la marca. Mucho más importante es la sensibilidad que invertimos. Todos preferimos recibir algo dedicado, original y realmente útil, que un objeto muy común que vemos en todas las vidrieras y que sabemos que la persona pudo comprar en la esquina cinco minutos antes de vernos.

Para tí
Para desarrollar esa sensibilidad es esencial conocer al destinatario de nuestro mensaje. De lo contrario, corremos el riesgo de vivir algunos equívocos muy frecuentes: regalamos una prenda que "casualmente" nunca la vemos puesta a la otra persona; visitamos la casa de un amigo y encontramos allí el regalo que le hicimos a otro amigo en común; etc... De la misma manera, cuando recibimos un regalo que no se ajusta a nuestras expectativas, damos excusas como me queda grande, tengo uno igual, etc... Estas situaciones incómodas -para una persona, o la otra- podrían evitarse fácilmente si aprendiésemos a regalar. Este aprendizaje no sólo nos ahorraría una posterior decepción, sino que nos acercaría más a quienes apreciamos.

Regalar es una manera de honrar a aquellos que queremos: dar un presente es estar presentes. Cuando la compra de un regalo involucra dedicación, empatía y representa un valor, deja de ser un acto meramente comercial -o rutinario- y se convierte en una oportunidad para hacer crecer una relación.

Si aprendemos a regalar y comprendemos que es una herramienta de comunicación muy poderosa, encontraremos en lo material... un buen camino para materializar lo emocional.

El regalo tiene la categoría de quien lo hace.

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